...que los caminos se bifurquen en escritura que se bifurca en escritura que se bifurca en escritura que se bifurca... Que el pensamiento se haga red y la red, encuentro...

miércoles, 30 de noviembre de 2011

"Acá estoy" (por Victoria Martínez Moroy*)

La manifestación de lo que uno quiere ser a través de los sueños y lo que en realidad uno es. ¿O no es? En el corto creativo "Acá estoy" se intenta explicar de manera artística el conflicto entre el yo interno y el yo que quiere ser y está reprimido. ¿Qué pasaría si nuestro 'yo' indebido tomase venganza de nuestras acciones? ¿Y qué pasaría si en realidad ese 'yo' indebido es lo que somos y estamos entendiendo la realidad de otra manera?
El espejo como símbolo del doble y de la crisis de la personalidad. Este corto nos lleva a pensar quiénes somos en realidad y la figura de amor-odio a través de la cual nos acercamos a nosotros mismos...




*Victoria tiene 16 años y es una prometedora cuentista y poeta, alumna de la NES (Nueva escuela del sur). Ha recibido algunos premios por sus escritos como la tercera mención del concurso de APOA 2011 (Asociación de poetas argentinos) en el que participaron miles de adolescentes seleccionados a lo largo y a lo ancho del país.

lunes, 21 de noviembre de 2011

El doppelgänger en "La casa de azúcar" * por Lorena Ponce

El doppelgänger o el mito de los gemelos idénticos hace referencia a dos identidades diferentes, aunque iguales físicamente. Quienes rodean a estos individuos piensan que son uno solo, lo que lleva a equívocos en las comedias o usurpación de la identidad en el drama.  Esto último es lo que parece sufrir Cristina, el personaje del cuento “La casa de azúcar” de Silvina Ocampo. La usurpación es gradual y se concreta totalmente hacia el final de la historia. Es entonces cuando confirmamos quién es su doble y por qué Cristina actúa de una manera distinta de cómo era cuando la conoció Carlos, su esposo. De hecho, su cónyuge dice al respecto: “advertí que su carácter había cambiado: de alegre se convirtió en triste, de comunicativa en reservada, de tranquila en nerviosa”. Estos cambios se manifiestan al poco tiempo de la llegada del matrimonio a la nueva casa. ¿Tiene algo que ver la casa? Es más, ella “quiere un departamento nuevo” porque de lo contrario “el destino de los ocupantes influiría sobre su vida”. Algo que parece premonitorio. Mientras, su marido le oculta que ellos no son los primeros habitantes por temor a recibir diversas represalias de su mujer que es una supersticiosa empedernida.
En el cuento, Cristina recibe la visita de una muchacha  y de un hombre disfrazado de mujer quienes ven en ella  a una tal Violeta (habitante anterior de la vivienda en cuestión) mientras él sin querer y a escondidas observa cómo uno y otro insisten en llamarla por ese nombre. Cristina niega absolutamente tener algo que ver con esa desconocida y todo reclamo de aquellos. Por lo tanto, y hasta el momento son sólo estos personajes quienes ven o creen ver a Violeta  en la esposa de Carlos.
A medida que la historia avanza, Cristina empieza a preocupar más y más a su marido por sus conductas, al punto de preguntarle a él: “¿Te gustaría que me llamara Violeta?  Comienza así su viaje “Irme sin irme, ir y quedar y con quedar partirse”. Ese partirse con reminiscencias de un desdoblamiento…  Cristina no deja  de reconocer que ha cambiado mucho aunque hasta acá no se vea afectada su identidad.  Sí admite después y  gravemente que está embrujada y sospecha que está “heredando la vida de alguien, las dichas y las penas, las equivocaciones y los aciertos”: “Canto con una voz que no es mía”. Frente a esto, su esposo hace oídos sordos en principio.
El halo de misterio del relato se mantiene: “no sé por qué empecé a averiguar en el barrio quién era Violeta, dónde estaba, todos los detalles de su vida”, confiesa Carlos. Se contacta con Arsenia López, profesora de canto y amiga íntima de Violeta quien le devela que “No hay que imaginar que una persona muerta, forzosamente haya sido pura, fiel, buena”. No sabemos exactamente qué pasó con Violeta pero parece que murió de envidia, según la profesora. Ella también añade que su amiga repetía sin cesar: “Alguien me ha robado la vida, pero lo pagará muy caro. No tendré mi vestido de terciopelo, ella, lo tendrá; los hombres no se disfrazarán de mujer para entrar en mi casa sino en la de ella; perderé la voz que transmitiré a esa otra garganta indigna…”
Desde ese momento Carlos se alejó mudo, horrorizado  de la casa de López y su esposa se transformó para él, en “la misteriosa” Violeta: “Traté se seguirla a todas horas para descubrirla en los brazos de sus amantes. Me alejé tanto de ella que la vi como a una extraña”. Resignación e incertidumbre bañan la vida de un ya solitario Carlos: “Ya no sé quién fue víctima de quién, en esa casa de azúcar, que ahora está deshabitada”.
En conclusión, la cuestión de los gemelos idénticos toma un tinte fantástico, fantasmagórico, el cuento sugiere que la vida que tuvo Violeta  se proyecta en  Cristina y  hace de ésta alguien irreconocible para su esposo mismo; Violeta tal vez desde un más allá va usurpando la identidad de Cristina poco a poco hasta que ésta termina siendo una extraña para Carlos.
Parafraseando a Cristina ahora nos queda ir y quedar y con quedar partirse en la literatura de Silvina Ocampo.


* "La casa de azúcar" se encuentra en el libro La furia y otros cuentos, Madrid, Alianza, 1982

jueves, 22 de septiembre de 2011

El cisne negro (por Graciela Albanese*)

Advertencia: En este análisis se habla del final de la película, así que pueden verla online aquí.


Absorbida por una carrera, donde se exige todo el tiempo control y dedicación, Nina, la protagonista de El cisne negro de Darren Aronofsky (EEUU, 2010) es llevada a representar un papel que no concuerda con su carácter. No solo llevar a escena su más anhelado deseo: ser el “Cisne Blanco” sino también ser ella misma el “Cisne Negro”, empresa que la llevará  a recorrer los caminos más primarios, en un permanente retorno a ser la otra.
Desde el inicio de la vida, comenzamos siendo otro: el soporte materno en el que nos alienamos para no sentirnos desamparados. Esa mirada es el espejo en el que nos reconocemos; pero a medida que el psiquismo se desarrolla esto queda en el olvido y vamos poniendo en escena nuestras propias marcas, es decir, nuestra subjetividad.
¿Pero qué pasa con Nina? ¿Qué hay de esa mirada materna a través de la cual todo el tiempo es observada, por la que cada vez que intenta hacer algo por sí misma es reprimida? Esa madre no es cualquier madre, es alguien que mientras le dice delicadamente: “Eres la bailarina más dedicada”, la abraza con una mirada demoníaca: enunciado paradojal donde la palabra significa una cosa y el gesto (enunciación) otra.
La película va poniendo en escena la cuestión del doble: Lily va a ser su representante, esa otra que va a encarnar el ideal en que debe convertirse. Nina es sólo el “Cisne Blanco”: perfecta, virginal, disciplinada (símbolo del lugar que ocupa en el deseo de la madre) que deberá liberarse para representar el otro papel, el lujurioso. Thomas, el director, y Lily van a ser los encargados de que ello ocurra. Este hombre que debería entrar para romper los espejismos, es el que los va a convocar. En cada ensayo la seduce, la provoca, la incita a desinhibirse, a conectarse con su sexualidad… De esta manera, empieza a generar en Nina las primeras alucinaciones, por ejemplo, cuando se masturba y le sale sangre por la nariz y las uñas, mientras, asustada, ve la cara de Lily en la bañera.
Estas imágenes anticipatorias son tan fuertes que el espectador comienza a compartir el impacto perceptivo, al punto que duda si se trata de una realidad o no.
No sólo el erotismo cobra vida sino además la agresión, masoquismo primordial, donde se ubica tanto frente a la madre como al hombre.


Cada intento de liberación y de acercamiento al sexo masculino es trabado por su madre. Como el camino hacia el hombre queda vedado, surge este retorno a la madre, lo que se ve representado en la escena lésbica que tiene con Lily: "¿Fue soñada o real?",  se pregunta sin entender lo sucedido. Mientras tanto, la realidad ficcional sigue cobrando fuerza, como en el encuentro de Thomas con Lily cuando tienen sexo. Esa imagen la llena de frustración (el Cisne Negro le arrebata a su amado).
Este paralelismo  va generando la  competencia y, como consecuencia, la exclusión. Esa nada la pone en el lugar de objeto que convoca el odio más profundo. La metamorfosis cobra vida.
El día del estreno Nina logra dejar atrás todos sus impedimentos y sale a escena bailando como la hermosa princesa. Mientras está en la cima se asusta del lugar tan alto que ocupa, trastabilla y cae. Baja el telón y sale llorando.
Thomas no tolera su error y Lily es propuesta para reemplazarla en el Cisne Negro. La vivencia de perder protagonismo la lleva al clímax de la locura y vuelve la escena alucinatoria. Cree ver a Lily, la agarra del cuello y le clava un cuchillo: hay un goce mortífero en su mirada. Poco a poco, culmina su transformación y se convierte totalmente en un Cisne Negro que despliega toda su lujuria. Cuando termina la danza, Lily la felicita; comprueba Nina  de esta manera que Lily está viva, mientras siente el vidrio clavado en su cuerpo (llora, agoniza, conmueve la mirada de tristeza en el espejo) y gimiendo de dolor, sale a escena.
 Cuando cae,  su cara  es plácida y tranquila, siente en ese instante que ha logrado la perfección.

Sentirse un cisne no es ser un cisne

La historia del Cisne Negro convoca el regreso a estos espejismos.
Lily representa la rival que quiere robar su amor, pero Nina no puede mantener la distancia como no pudo con su madre, pelea por el amor del hombre que la podría liberar, pero en la exigencia de sacar lo más pasional, se despersonaliza, hasta el punto que trastoca lo real.
No puede construir ese adentro y ese afuera. Es a la otra que quiere matar: al Cisne Negro que  quiere arrebatar su amor. La metamorfosis ya se ha provocado: ha incorporado a su otra a sí misma y en un intento de matar afuera lo que está adentro, se termina suicidando: ella misma ya es el Cisne Negro y Blanco a la vez.
Lo más importante en esta historia es que hay un desconocimiento de esta identificación.
Es una metamorfosis sin metáfora: como los locos que se creen Napoleón. 

*Graciela Albanese es psicóloga

miércoles, 31 de agosto de 2011

¿Qué ves? ¿Qué ves cuando me ves?: una lectura de El Dragón rojo de Brett Ratner (por Jimena Bramajo*)

“¿Qué ves cuando me ves?/ Cuando la mentira es la verdad. . .”, cantaba hace ya algún tiempo una vieja banda de rock argentino.
Y es ésta la incógnita planteada que nos inquieta muchas veces, que nos lleva a cuestionarnos qué somos realmente, y qué o cuánto de eso reflejamos en los demás.

Lo cierto es que sin saberlo, casi mecánica e inconscientemente somos uno y muchos a la vez, que vivimos tras máscaras sociales: no somos los mismos un lunes a la mañana en el trabajo, que un viernes por la noche con amigos o la familia. Sin embargo, es importante tener en cuenta que en verdad somos siempre los mismos, sólo que nuestro comportamiento cambia frente a determinadas circunstancias sociales que así lo requieren. 
El problema se plantea cuando el cambio va mucho mas allá, cuando ya no se siente que es uno el que se amolda a una determinada circunstancia, sino que se experimentan ciertas alteraciones de la personalidad, o la sensación de la coexistencia de dos o más identidades o estados de la personalidad que controlan el comportamiento del individuo de modo alternante. 
Expertos en el tema denominan a este síndrome “trastorno de la identidad disociativa” o “T.I.A”, trastorno que sufre Francis Dolarhyde protagonista de la versión cinematográfica de El dragón rojo, película estadounidense dirigida por Brett Ratner, estrenada en 2002 y basada en el libro El dragón rojo de Thomas Harris. Es la primera película de la saga de Hannibal Lecter y segunda adaptación de la novela, tras Manhunter.
Lo cierto es que Francis, o el Señor D, representa un personaje traumado por una infancia de abusos y maltratos, consumido por la idea de una transformación que acerque a él y a sus víctimas a las concepciones del artista y poeta William Blake, plasmadas en la imagen del “Dragón rojo”.
Es así que Francis entrenará su físico de manera obsesiva con la idea de "renacer", de poder ser otro diferente del que fue, y del que inevitablemente es. El simbolismo del Dragón Rojo tatuado en su espalda expresa el estado patológico de necesidad de cambio en su cuerpo y en su alma.
Freud en su articulo “Lo siniestro”, plantea que lo extraño tiene una relación directa con lo siniestro y que esto no suele suceder fuera del contexto de la vida cotidiana, sino que es aquello que podemos encontrar en nuestro día a día. La interpretación que hace Freud es que la sensación de extrañeza ocurre porque se despiertan ciertos fantasmas inconscientes reprimidos desde los primeros años de vida del individuo. 
De este modo, entendemos que la triste y desolada infancia que tuvo que atravesar Francis por sus deformaciones y su posterior abandono familiar, lo marcaron lo suficiente como para generar su posterior odio y rencor social, que arrancó lo peor de él y que lo convirtió en un monstruo.
Es así que Francis encarnará por un lado al hombre atractivo, misterioso y retraído que logrará la atención de las mujeres, así como también logrará el amor de Rena y, por otro lado, será la encarnación misma del dragón que busca a sus víctimas en noches de luna llena, que sin escrúpulos las tortura, las asesinas y les coloca pequeños fragmentos de vidrios en las órbitas de sus ojos para que parezcan vivos, para que sirvan de espectadores mientras él realiza los actos más macabros y perversos. 
Francis, en un diálogo con Lounds, el periodista del nacional , secuestrado en ese entonces, le dice “No soy un hombre, empecé como tal, pero cada ser que cambio me convierte en algo más que un hombre”.
Minutos más tarde, le pregunta: ¿Quiere saber quién soy? Y como respuesta le presenta ante sus ojos su cuerpo desnudo, cubierto por la imagen del dragón rojo.
Las fotos de sus víctimas pondrán en su propia boca la palabra “transformación”, término que quedará ligado a las imágenes posteriores, en donde se muestran los cuerpos de sus víctimas antes y después de su sangriento accionar, y utilizará el término “renacida” para calificar a una de ellas ya fallecida, torturada, y con vidrios en sus ojos.
Francis le hablará también de su transformación, y la historia terminará de cerrar para nosotros como espectadores, cuando entendamos qué es lo que él siente o experimenta en esas transformaciones: “Yo soy el dragón, y usted me llama demente”.

El doble se presentará a través de la mutación, de la metamorfosis que experimentará este individuo, y que lo llevará a cometer los actos más perversos e impuros.
La debilidad de Francis, de este personaje monstruoso, será su amor Rena, muchacha ciega, que consigue arrancar los sentimientos más puros del protagonista, quien no dejará que el Dragón se la lleve y, para evitarlo, en un acto de ira y desesperación, intentará suicidarse e incendiará su propia casa, así como también ingerirá la pieza auténtica en donde estaba plasmada la imagen del dragón rojo, buscando la manera de que este monstruo ya no domine sobre él, que no convierta a Rena en otra de sus víctimas, y como él mismo suplica mirando por el ventanal que “aunque sea se la deje sólo por un tiempo más.(…) porque es buena, porque le hace bien…”
El bien y el mal serán protagonistas alternados en esta historia y a partir de esta dicotomía se desarrollarán un sin fin de hechos indescifrables y extraordinarios que nos revelarán que nada permanece, que todo está en un constante proceso de cambio y que, cuando dos versiones de uno mismo chocan, definitivamente el choque es traumático, difícil, temible, destructor.
Y aún cuando los encuentros no son tan complejos, monstruosos o perversos, aún cuando el "otro yo” no es un ser macabro ni siniestro, el choque se vuelve difícil de sobrellevar, porque todos, en definitiva, nos encontramos con nuestro “otro yo” y ese encuentro muchas veces es traumático. 
Muchas otras, sólo se vuelve nostálgico: cuando encontramos esa vieja fotografía en el fondo del baúl, cuando un recuerdo viene a nosotros o cuando una persona vuelve a nuestra vida y trae consigo imágenes del pasado... Lo cierto es que nos encontramos una y otra vez con nuestros otros “yo”, con lo que fuimos, con lo que el paso del tiempo ya no nos permite ser. Así como también nos encontramos con nuestro “otro yo” que no habla en pasado, sino que nos acompaña en presente y lucha a diario por vencernos, el “yo” reprimido, que se encuentra en lo oscuro, en lo oculto, y que lucha por salir a la luz y dominarnos.
Lo importante en todo caso será no perder el control y no dejarnos vencer nunca por el otro que no queremos ser. 

¿Qué ves? 



¿Qué ves cuando TE ves?

* Jimena Bramajo es profesora de Lengua y Literatura.

jueves, 28 de julio de 2011

El desdoblamiento: Entre la literatura y la música (por Miguel Escobar*)

Si bien en el taller el tema del doble se abordó en la literatura y el cine,  también es interesante trabajar la temática en las letras de canciones. El presente análisis va a versar sobre dos canciones en las que la cuestión del doble está presente de distintas maneras. Uno de los textos a analizar es “Corre dijo la tortuga”, del disco Mentiras piadosas (1990) de Joaquín Sabina. El otro,  que establece una relación de intertextualidad con una obra de Robert  Louis Stevenson, pertenece a Los Aldeanos, un dúo de Hip hop cubano y lleva por título “Doctor Jekyll y Mr Hyde” (2003, del álbum homónimo). El clásico de Stevenson dio lugar no sólo a muchas películas sino también a otras piezas musicales.
    En las producciones escritas de tan disímiles autores como Sabina y Aldeanos  hay algún punto en común: la tipología en cuestión es la del desdoblamiento. Es decir, hay una dualidad que se manifiesta en un solo ser, cuando dos personalidades  o encarnaciones coexisten en un mismo individuo. Esta dualidad varía en uno y otro texto. A continuación se clarificará la misma.

    En “Corre dijo…” el yo poético reconoce las debilidades de, podríamos llamar, un otro yo lírico que desembocan en el desdoblamiento. Dicho reconocimiento se da proyectando un otro yo para fustigar lo que hay en uno. Para alcanzar el desdoblamiento se recurre a las personas gramaticales que refuerzan la idea de dualidad. En primer lugar, con el uso de la tercera persona: “el pariente pobre de la duda; con el íntimo enemigo que malvive…” y la adjetivación por enumeración: “caprichoso, orgulloso, receloso, fugitivo, traidor”. En segundo lugar, a partir de la reiteración del pronombre personal en segunda persona: “a ti te estoy hablando, a ti te estoy gritando;  a ti que nunca sigues mis consejos” y las vomita de manera contundente a otro yo que es él mismo y al cual acepta no sin antes rechazar: “el enemigo que malvive de pensión en mi corazón”; “el más oscuro de los dos”, "que estás metido en mi pellejo” y gracias al cual “llevó a escribir esta canción”. En resumen, la dualidad está dada en la sensibilidad de ese yo lírico que se impone en algunos momentos: “a ti que nunca sigues mis consejos; a ti que no te debo, más que el empujón de anoche que me llevó…”.
     En la canción de Aldeanos si bien podríamos distinguir dos yo líricos (somos yo y yo), el desdoblamiento está bien marcado y se da a partir del diálogo de Jekyll y Hyde, por lo tanto, acaso hay reminiscencias o aproximaciones a la construcción de un texto teatral. Aquí los personajes de Stevenson son dos entidades, dos seres. En palabras de los cubanos: “dos almas de un ser prisioneras”; “un alma dividida en dos” o “dos en un cuerpo”. El número dos cobra entonces total relevancia para marcar el desdoblamiento, enfrentamiento que marca diferencias pero que no permite romper la  convivencia entre esos dos: “lo que más me jode es tener que cargar contigo; dónde te esconderías tú si no existiera; eres la mitad podrida; qué sería de ti sin mí, somos yo y yo”, y donde  se acentúa con el juego de oposiciones, algo que no se da en la letra de Sabina.  Ambas voces son contundentes y se enfrentan en  “una batalla del binomio que dentro de todos hay”.
    Si en la novela de Stevenson la época victoriana aparece en las descripciones del espacio y en los conceptos filosóficos que aparecen en la confesión de Jekyll al final del texto, en la canción de Aldeanos también se refleja una época y tiempos muy difíciles de todo el mundo: “muchos en la prostitución se amparan; lo primero es tener dinero; si te dañan, daña imbécil, se llama supervivencia, todo es competencia; que muera la razón”.
    Por otro lado, la tensión entre Jekyll y Hyde está muy bien marcada en un juego de oposiciones que se alinean detrás del bien y el mal al promediar la canción: “luz/oscuridad; bien/mal; amor/odio; bondad/crueldad; Señor/ Satán”  y se acentúa al final de la misma con una enumeración en la cual se destacan la calma/tormenta; paz/guerra o el ying/yang. La tensión entre lo bueno y lo malo se refuerza más aún en el nivel del relato con la utilización de sustantivos abstractos de rima consonante: “humanidad, bondad, verdad, sinceridad, imbecilidad, oscuridad, vanidad, crueldad, maldad”. Por su parte, en el cantante de Úbeda y en este mismo nivel se destacan algunas aliteraciones en los  paralelismos: “a ti te estoy hablando”/ “a ti te estoy gritando” y en la anáfora “a ti “.
    Así como la letra de los cubanos atrapa por la fuerza de todo lo analizado, es muy recomendable la interpretación del dúo, por la música, y por los coros también.
   En conclusión, en Sabina el desdoblamiento se da en un nivel íntimo o particular del yo lírico a diferencia de “Dr. Jekyll y Mr. Hyde” donde la tensión de la dualidad en el “ser” se proyecta a un nivel más amplio de tipo general/global.


* Miguel Escobar es profesor de Lengua y Literatura

lunes, 18 de julio de 2011

El tema del doble en "El blondo Eckbert" de Ludwig Tieck (por Gustavo Lezcano*)

("El blondo Eckbert" de Ludwig Tieck (1797) puede leerse aquí)


El relato “El blondo Eckbert”, del romántico alemán Ludwig Tieck, es una memorable combinación de cuento de hadas con relato psicológico. El autor exploró los abismos del alma humana en una narración de corte onírico.
  El argumento, a grandes rasgos, es el siguiente: Berta vive feliz con su caballero Eckbert en un castillo de la región del Harz. Una noche, a pedido de su esposo, le cuenta su vida a Walter, un amigo de ambos: maltratada por sus padres, escapó hacia la montaña y tras un largo vagar fue acogida por una misteriosa anciana que la instruyó en las cosas elementales de la vida. Pero un día en que la vieja había salido de viaje, la invadió el deseo de abandonar aquella soledad y conocer el mundo. Entonces, robó un pájaro de la anciana que ponía perlas, así como una buena provisión de ellas, y se marchó a la ciudad. Allí, debido a la culpa que sentía por haber abandonado a su madre adoptiva, dio muerte al pájaro, único testigo de su pasado, y se casó con Eckbert. Cuando finalizó la narración, un breve comentario de Walter le hace sospechar que éste sabe más de ella que ella misma. Un sentimiento de culpa la embarga y muere a los pocos días. Eckbert, en su desesperación, busca a Walter en el bosque y lo mata. Después, ante el acecho de la locura, decide emprender un viaje para poner en orden sus ideas. Durante éste encuentra a la anciana que crió a Berta, quien le confiesa que había asumido la personalidad de Walter, en su momento y le da una explicación final: la culpa se paga. Berta era hermana de diferente madre del propio Eckbert y su padre la había entregado a una familia de pastores para que la cuidaran. Los hermanos perecen por culpa de su acción incestuosa aunque ignorada.      
  El relato es muy complejo y nuestro abordaje sólo pretende señalar y tipificar superficialmente distintas formas en que se hace presente el tema del doble en el mismo.
  En principio, encontramos una perfecta comunión entre Berta y Eckbert: “parecían amarse entrañablemente, y de lo único que a menudo se quejaban era de que el cielo no quisiera bendecir su unión con ningún hijo”, cuestión que nos remite al “mito del andrógino”. Tal es así que la historia de Berta es la historia con que la pareja declara su amistad a Walter; Eckbert la siente tan propia que es la historia con la que “el alma” (suya, de la pareja) concreta “el irresistible impulso de abrirse del todo”.
Ludwig Tieck
  Al morir Berta desaparece la unidad de esas dos mitades reencontradas y se produce en Eckbert un sentimiento de incompletitud que lo lleva al homicidio y a la locura.
  En segundo término, encontramos la “metamorfosis” de Berta, cuando mata al pájaro robado para dejar atrás su pasado y comenzar una nueva vida, casándose con Eckbert. Este motivo del recomienzo fue explotado posteriormente hasta el hartazgo por el cine y el melodrama y, generalmente, la irrupción del pasado (esa antigua identidad que se intentó sepultar) tiene consecuencias nefastas, como ocurre en nuestro relato.
 Otra forma que  adopta el tema del doble en el cuento que nos ocupa es la del “mito de Anfitrión”. La anciana era una hechicera que se disfrazó y se presentó como Walter en el castillo del matrimonio para destruir la armonía. De esa forma castigó el abandono de Berta y el incesto de la pareja.
  Por último, la cuestión del incesto ignorado por los protagonistas nos habla de un alma escindida en dos cuerpos que estaban predestinados a reencontrarse. No olvidemos que la motivación psicológica inconsciente del incesto es la búsqueda de la “perpetuación de lo idéntico”.
  

*Gustavo Lezcano es profesor de Lengua y Literatura.

miércoles, 6 de julio de 2011

Cuando el pasaje concreta el deseo (por Liliana Schwab*)

Un análisis de “El otro cielo” de Julio Cortázar y “Mulholland Drive” de David Lynch

“…porque los pasajes y las galerías han sido mi patria secreta desde siempre”
JULIO CORTÁZAR, “El otro cielo”

      El presente trabajo comparativo pretende simplemente entreabrir la puerta del laberinto para asomarnos a dos obras de arte contemporáneas que por su riqueza y sugestión invitan  al lector y al espectador a revisitarlas con el ingenuo afán de desvelar sus misterios o simplemente para volver a perderse en sus oscuros pasadizos.
      Aunque lejanos en el tiempo y en el espacio, Julio Cortázar y David Lynch, tienen en común una concepción lúdica del arte. Sus obras desafían la curiosidad y proponen un juego participativo que la recepción debe completar después de varias lecturas.
Pasaje Güemes
      En ambos textos los espacios escogidos funcionan como marcos simbólicos para un enunciado doble, especular. Los respectivos protagonistas, prisioneros de una realidad represiva y frustrante se desdoblan y “pasan” a ese otro mundo “el de los sueños”, en ambos casos asociado a lo prohibido y peligroso y a la concreción del deseo erótico.
      Ya desde sus títulos, los textos aluden a esos espacios que posibilitan el pasaje. “El otro cielo”, hace referencia a los altos cielorrasos de estuco de la Galería Güemes en Buenos Aires y de la Galería Vivienne; “Mullholland Drive” es una calle sinuosa, camino al borde del precipicio, desde cuyas alturas pueden verse las luces de Hollywood. No es casual que Cortázar haya elegido París, la Ciudad Luz durante la Belle Époque, para que el gris protagonista porteño se pierda en un mundo nocturno de galerías, cafés y bohardillas iluminados con picos de gas. Del mismo modo, Lynch elige una calle en Hollywood, la “fábrica de sueños”, para contar una rara historia en la que se entrelaza el amor y la traición con los siniestros intereses de la industria del cine.
Galerie Vivienne
       En el cuento de Cortázar, el plano de la realidad y el de la ensoñación se van tejiendo como en una guirnalda, elemento repetido como un leit motiv para aludir a la ornamentación del paraíso artificial de las galerías y para subrayar los pasajes que van conformando el relato. Ambos planos, que funcionan como perfectos opuestos, simbolizan la dualidad del protagonista, tironeado por la formalidad de su vida pequeño burguesa en Buenos Aires y la bohemia parisina anhelada. El protagonista en Buenos Aires es corredor de Bolsa, es un soltero “que  vive todavía en casa de su madre”[1], circunstancia que justifica su sumisión al tácito autoritarismo de una madre sobre protectora y posesiva. Además está comprometido con Irma, “la más buena y generosa de las mujeres”[2], Irma, la que siempre lo espera “con la sonrisa de las novias arañas”[3]. En Buenos Aires, es el bochornoso calor del verano lo que empuja al protagonista a buscar la sombra del Pasaje Güemes, “esa noche artificial que ignoraba la estupidez del día y el sol ahí afuera”. Del Pasaje Güemes sale a la Galerie Vivienne y así al plano de París, donde siempre es de noche y la felicidad es posible con Josiane, entre las risas y los abrazos de las prostitutas, el humo y el ajenjo, el miedo al estrangulador, la guerra y la nieve. París es para el protagonista “ese mundo diferente donde no había que pensar en Irma y se podía vivir sin horarios fijos, al azar de los encuentros y de la suerte.”[4]
     Para reforzar el tema del doble, Cortázar multiplica los desdoblamientos: la historia está dividida en dos partes, dos ciudades, dos guerras (la franco prusiana en París y la Segunda Guerra Mundial en Buenos Aires), dos lenguas, la invitación a reconocer los dos epígrafes de “Cantos de Maldoror” de Isidoro Ducasse- Conde de Lautremont, la clara alusión a este poeta en la figura del sudamericano y al perverso personaje de Maldoror en el estrangulador Laurent. Y todos esos dobleces caben en el deseo del protagonista, que pugna por ser otro. Ajenidad que reconoce propia cuando está perdido irremediablemente en la seguridad conformista de su resignada vida en Buenos Aires: “Algunos días me da por pensar en el sudamericano, y en esa rumia desganada llego a inventar como un consuelo, como si él nos hubiera matado a Laurent y a mí con su propia muerte”[5]
     El narrador en primera persona protagonista narra esta historia desde un presente nostálgico que entiende que esta historia sólo puede narrarse en pasado: “digo que me ocurría, aunque una estúpida esperanza quisiera creer que acaso ha de ocurrirme todavía.”[6]   Ya casado y esperando un hijo,  y con las responsabilidades del trabajo, el protagonista queda atrapado “del lado de acá”, en el mundo diurno y previsible del “hombre de bien”, destino forjado por las buenas intenciones de su madre. Siente que la guirnalda está definitivamente cerrada y entre una cosa y otra se queda prisionero de su vida plana: “sencillamente me quedaré en casa tomando mate y mirando a Irma y a las plantas del patio”[7]

jugarán frente al espejo a ser gemelas idénticas
        En el film de David Lynch, titulado en la Argentina “El camino de los sueños”, lo onírico lo contamina todo, enunciado y enunciación. El difuso límite entre sueño y realidad toma al espectador desprevenido, ya desde los créditos en los que aparece una danza frenética seguida por un collage de imágenes y escenas inconexas entre sí que, en una segunda lectura, funcionan como claves para la interpretación de la historia. La dulce Betty sonriéndole al futuro, acompañada de dos ancianos bondadosos, el primer plano de una revuelta cama roja, el cartel de la calle Mulholland Dr. iluminada por una luz titilante, el lujoso auto, la amenaza y el inesperado accidente, los perfectos jardines de las mansiones de Sunset Bulevard, la cafetería Winkie´s y la narración del sueño que se hace realidad, realidad que es muerte, que es mendiga, que es pura fealdad ominosa que no puede mirarse sin morir o volverse loco… Y después de esos saltos (aparentemente inconexos) de los que pronto nos olvidamos, comienza la tranquilizadora  historia de Betty, la bella e inocente rubia que llega a Hollywood cargada de sueños. Betty que llega protegida por la bendición de esos dulces ancianos que conoció en el avión y el tradicional cartel del aeropuerto “Welcome to Los Angeles”. Betty que entra al lujoso barrio privado donde vive su tía Ruth y recorre extasiada la lujosa casa… y Lynch nunca nos engaña, la cámara subjetiva que sigue a la protagonista y mira por sus ojos nos está dando una pauta de interpretación, hasta su exclamación ante la espaciosa y hermosa cocina “Es increíble”, está allí para alertarnos sobre la consistencia fantástica de los hechos narrados.
"ella" que se mira en un espejo circular...
         Y dentro de la casa está “ella”, la sensual morocha sobreviviente del accidente que ha llegado amnésica a esa casa. Betty encuentra su ropa, su cartera y acepta con extraña naturalidad la presencia de la intrusa. En un juego de espejos, empieza a desplegarse el tema del doble, que Lynch multiplicará  hasta el infinito. En un antológico fotograma, perfecta síntesis, “ella” que se mira en el espejo circular, “ella” que no recuerda su nombre (porque para la economía narrativa es simplemente “ese oscuro objeto del deseo”) y el afiche reflejado detrás de su bello rostro le proporciona el nombre del ícono sexual por excelencia: Rita (la inmortal Gilda, la femme fatal).
     “Rita” no recuerda nada, no sabe porqué en su cartera repleta de dólares hay una misteriosa llave azul. Con sorprendente predisposición, “Betty” se hace cómplice y le propone llamar a la policía “fingiremos ser otra persona, sólo para saber si hubo un accidente en Mulholland Dr.”
      Y las bellas mujeres hermanadas por el misterio van entrelazando sus almas y sus cuerpos, y será en Winkie´s, donde en “Rita” se despierte el recuerdo de un nombre que ve en la identificación de la camarera: Diane. Diane Selwyn, el nombre necesario que las llevará a encontrar la pobre vecindad, el pobre y sucio cuarto, las abyectas sábanas rojas donde yace el cadáver de una mujer a la que la muerte le ha robado el rostro.
Rebeca del Río con su lágrima pintada...
     Ya las voluptuosas mujeres jugarán frente al espejo a ser gemelas idénticas aunque sepan que ese puro reflejo no es más que puro simulacro, apenas una peluca rubia de pelo de muñeca. Y será un sueño en otra lengua la que las conduzca, juntas como gemelas, en un taxi, en la solitaria madrugada, al Club Silencio, lugar en el que se refuerza la idea de representación, de ficción: “No hay banda. No hay orquesta”. En el Club Silencio todo es artificio. Rebeca del Río, con su lágrima pintada, canta para ellas: “yo pensé que te olvidé pero te quiero mucho más que ayer” y el llanto las hermana y las lava por dentro y por fuera aunque el artificio está a la vista, la cantante cae en el escenario pero sigue cantando en un burdo playback.
     Misteriosamente, dentro de la cartera aparece la cúbica caja azul para la misteriosa llave que devolverá a la protagonista al plano de la insoportable realidad: su historia de amor, celos, humillación y traición. Asistiremos al reverso de la historia y descubriremos que el sueño la redime de ser Diane Selwyn, la amante de Camilla Rhode (la “protagonista”, la ganadora, la elegida). Diane abandonada y deprimida en su triste casa, en su triste vecindad. Y todo va encontrando su perfecto opuesto: la bata de seda de Betty se convierte en la sucia bata blanca de Diane. Y el director de cine, Adam Kesher que se enamora a primera vista de Betty pero es perseguido por la mafia y no puede elegirla para su película es el cínico antagonista que le roba el amor de Camilla y la humilla en público, y los dólares… son el sucio precio para pagar la venganza.
     El sueño de Diane, raro e inexplicable, como todos lo sueños, concreta su deseo de amor, de aceptación, de protagonismo. Y es un sueño fantástico, desmadejado del otro lado de la culpa y el disparo final, para volver a recomenzar.
     
      En conclusión, los protagonistas de ambos textos logran, a través del desdoblamiento, concretar el deseo, olvidar por un momento su triste destino. El narrador homodiegético en primera persona en “El otro cielo” y la focalización interna y subjetiva desde el punto de vista de Diane en “Mulholland Drive” permiten desarrollar con naturalidad ambos relatos fantásticos nutridos con la ambigua sustancia de los sueños, construidos con el reflejo de infinitos espejos enfrentados. Relatos laberintos que nos invitan a perdernos una y otra vez en la ficción, “como para tapar la realidad”[8].


* Liliana Schwab es profesora de Lengua y Literatura



[1] Cortázar, Julio, “El otro cielo” en Todos los fuegos el fuego, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1977, página 172
[2] Cortázar, op. cit., página 170
[3] Cortázar, op. cit., página 191

[4] Cortázar, op. cit., página 178
[5] Cortázar, op., cit., página 197
[6] Cortázar, op. cit., página 167
[7]Cortázar , op., cit., página 197
[8] Borges, Jorge Luis, “El sur”.

jueves, 30 de junio de 2011

Claroscuro (María Eugenia Arana*)

Persona de Ingmar Bergman
Esta cosa oscura que reconozco mía
William Shakespeare

En nuestro afán de despojarnos de nuestra ambigüedad moral, tendemos a inventar la ilusión de que somos transparentes, aún siendo conscientes de que esa aparente transparencia está al servicio de ocultar esos aspectos que no queremos ver. Pero, ¿qué pasaría si diéramos un vuelco y nuestra realidad se escapara de los escasos límites con que la tenemos sujeta?
Quizá podríamos preguntarle a Dr. Jekyll, "hombre inteligente y bondadoso", quien sucumbió al hechizo de su sombra, Mr Hyde, quien "no parecía un ser humano, sino un monstruo".
Mr. Hyde, la cuerda floja que desequilibra el cuadrilátero, perfectamente conocido, por el que Dr Jekyll se desplaza, tan seguro y confiado.
Gozar, a través de una pócima, de los placeres y ventajas de ser Jekyll y Hyde al mismo tiempo, sin tener que padecer de sentimiento de culpa alguno, resulta una opción por demás atractiva. Pero ese castillo de naipes podría desbaratarse. Como un bufón escurridizo, esta idea se enrosca en la mente de Edward Hyde, obligándolo a soplar, soplar y soplar, hasta llevarlo a la autodestrucción.
Una piel sobre nuestra propia piel, un vestido sobre nuestro propio vestido, que nos cubre, nos adorna, nos disimula y, al mismo tiempo, nos delata.

* María Eugenia es profesora de Lengua y Literatura

sábado, 11 de junio de 2011

Universidad Nacional de Quilmes: Primer cuatrimestre 2011

Durante los meses de abril y mayo del 2011 compartimos en la Universidad de Quilmes el taller "El doble en la literatura y en el cine". El tema apenas fue una excusa para la conversación, para el cambio de ideas, para la reflexión acerca de la identidad y de los modos en que narramos esa identidad. También reflexionamos acerca de lo que no somos o de lo que creemos no ser y, en este sentido, hablamos de lo otro y de los modos en que nos relacionamos con lo otro... Y nos preguntamos también qué pasa cuando descubrimos lo otro en nosotros mismos: ¿Cómo aceptar que somos de algún modo lo que siempre rechazamos como ajeno? Nos corrimos del lugar cómodo y nos sentimos incómodos; fuimos Jekyll y Hyde y Asterión y el desmemoriado Leonard de Memento, fuimos la lejana y Alina es la reina y..., fuimos los Mantle y los Nilsen (¿O los Nelson?), fuimos traidores y héroes y estuvimos muertos como los personajes de Los otros... Fuimos la lente de una cámara con Roberto Michel y el Haneke de Caché... Y finalmente nos pusimos en el lugar de Yu Tsun caminando por el jardín de senderos que se bifurcan en Internet... 
De eso se trata. De aventurarnos en el mundo en el que se aventuraron otros a través del arte, de aventurarnos nosotros en las bifurcaciones que nos posibilitan el pensamiento y la escritura. Por eso, en este espacio encontrarán el producto de esos intercambios: una serie de textos producidos por los alumnos del taller a partir de lo conversado en estas clases de cine, de literatura y de intercambio de ideas, de opiniones, de lecturas, de pasiones...
Todo a partir de este simple programa de actividades:


DESCRIPCIÓN GENERAL:
Desde el andrógino platónico hasta la realidad virtual, la clonación y la construcción de la “realidad” por parte de los medios masivos de comunicación, el tema del doble ha sido objeto de estudio de todos los tiempos. En el taller se abordará el análisis desde las diferentes áreas de la cultura (psicología, sociología, filosofía, comunicación, etc.) a través de algunos de los textos más representativos que han abordado el tema.
Los encuentros tendrán la modalidad de TALLER de trabajo, por lo que se recomienda la lectura previa de los textos a trabajar. En la UNQ tendremos tiempo de leer algunos textos en clase.

Se pondrán a disposición de los alumnos las películas que se comentarán y analizarán en el curso, en especial aquellas que son difíciles de encontrar en el mercado. Asimismo, se proyectarán fragmentos de dichos filmes durante los encuentros para resaltar aspectos particulares del análisis de las películas propuestas. 
CONTENIDOS:
Primera sesión: 
Presentación del curso: Las diferentes formas del “doble”: el desdoblamiento, el doppelgänger o los gemelos idénticos, la metamorfosis, el mito de Anfitrión o Disfraz, la mirada estereoscópica. Los signos del doble: la sombra, el espejo, el eco, la fotografía, la imagen, la ficción, el sueño, la muerte, etc. Breve recorrido histórico: del andrógino platónico a Hyde. La otredad y la mismidad, de “ser el otro” al “no ser”.
Se analizarán fragmentos literarios y se proyectarán fragmentos de películas que han trabajado el tema a lo largo de la historia
Segunda sesión:
La perspectiva sociológica: El desdoblamiento como reacción a la represión y a la censura. La perspectiva filosófica: el problema del mal. La perspectiva psicológica: el deseo. Los elementos fantásticos.
El lenguaje cinematográfico: del texto literario al texto fílmico: los modos de leer/mirar, los modos de producción y de representación. El “testigo”: la tercera mirada y la identificación del lector/ espectador.
Literatura: El extraño caso del Dr Jekyll y Mr Hyde (Robert L. Stevenson, Reino Unido, 1886)
Cine: El secreto de Mary Reilly (Stephen Frears, Estados Unidos, 1996)
Tercera sesión:
El problema del otro: otredad y alteridad. El doble en el espacio. Los modos de representación del espacio “doble” en el cuento y en el cine. La inefabilidad en el lenguaje y en el cine: ¿Cómo nombrar lo que no se conoce? El problema de la ajenidad y el reconocimiento de lo otro en el sí mismo. La focalización en la literatura y en el cine.
Literatura: “Casa tomada” (Julio Cortázar, en Bestiario, 1951)
                   “La casa de Asterión” (Jorge Luis Borges, en El Aleph, 1949)
Cine: Los otros de Alejandro Amenábar (Estados Unidos, 2001)
Cuarta sesión:
El problema de la identidad: El desdoblamiento y el doppelgänger: El pasaje de un mundo a otro. La repetición y la diferencia. La autoconsciencia en el cine y en la literatura. Primera aproximación al procedimiento del doble en la enunciación. El plano, el montaje, el encuadre: diferentes tipos y significaciones.
Literatura: “Lejana” (Julio Cortázar, Bestiario, 1951)
Cine: La doble vida de Verónica (Krzysztof Kieslowski, Francia- Polonia, 1991)
Quinta sesión:
La pregunta por el ser: el problema de la identidad. El doppelgänger: el espejo narcisista: Ser de a dos. Verse en el otro. El deseo de ser el otro: la máscara, el sueño, la ficción, la muerte. El deseo y la fatalidad. El número tres. Primer acercamiento al tema del “doble” en Borges.
Literatura: “La intrusa” (Jorge Luis Borges, El informe de Brodie, 1970)
Cine: Pacto de amor (David Cronenberg, Canadá, 1998)
Sexta sesión:
El doble en el enunciado y en la enunciación. La ambigüedad como estrategia narrativa. El problema de la voz/ mirada: ¿Quién habla/ mira en un texto? El pasaje de la voz narrativa.
Literatura: “Las babas del diablo” (Julio Cortázar, Las armas secretas, 1959)
Cine: Caché  (Michael Haneke, Francia, Austria, Alemania, Italia, 2005)
Séptima sesión:
El “doble” y el tiempo. La repetición al infinito. La memoria como reconstrucción- narración de la identidad individual y social, como “doble” del pasado. Obturación y ocultamiento de la información: Periodismo y ficción. Historia y ficción; realidad y discurso: ser lector/ escritor de la historia personal y social. Borges: del doble al no ser: Panteísmo, tiempo circular, eterno retorno. El tiempo narrativo en el cine y en la literatura.
 Literatura: “Tema del traidor y del héroe” Jorge Luis Borges, Ficciones, 1947)
Cine:Memento de Christopher Nolan (Estados Unidos, 2000)
 Octava sesión:
 El doble virtual. Realidad y virtualidad. El ser en los nuevos lenguajes: obsolescencia y perdurabilidad. La ficción científica en la literatura y en el cine.  Borges: de la Enciclopedia británica a Internet.
Literatura: “El jardín de senderos que se bifurcan” (Ficciones, 1947)
Cine:   Matrix  de los hermanos Wachowski, (Estados Unidos, 1999)

Los invitamos a leer y a dejar sus opiniones y comentarios. Nadie escribe para sí mismo. Que los caminos se bifurquen en escritura que se bifurca en escritura que se bifurca en escritura que se bifurca... Que el pensamiento se haga red y la red, encuentro...