...que los caminos se bifurquen en escritura que se bifurca en escritura que se bifurca en escritura que se bifurca... Que el pensamiento se haga red y la red, encuentro...

miércoles, 30 de noviembre de 2011

"Acá estoy" (por Victoria Martínez Moroy*)

La manifestación de lo que uno quiere ser a través de los sueños y lo que en realidad uno es. ¿O no es? En el corto creativo "Acá estoy" se intenta explicar de manera artística el conflicto entre el yo interno y el yo que quiere ser y está reprimido. ¿Qué pasaría si nuestro 'yo' indebido tomase venganza de nuestras acciones? ¿Y qué pasaría si en realidad ese 'yo' indebido es lo que somos y estamos entendiendo la realidad de otra manera?
El espejo como símbolo del doble y de la crisis de la personalidad. Este corto nos lleva a pensar quiénes somos en realidad y la figura de amor-odio a través de la cual nos acercamos a nosotros mismos...




*Victoria tiene 16 años y es una prometedora cuentista y poeta, alumna de la NES (Nueva escuela del sur). Ha recibido algunos premios por sus escritos como la tercera mención del concurso de APOA 2011 (Asociación de poetas argentinos) en el que participaron miles de adolescentes seleccionados a lo largo y a lo ancho del país.

lunes, 21 de noviembre de 2011

El doppelgänger en "La casa de azúcar" * por Lorena Ponce

El doppelgänger o el mito de los gemelos idénticos hace referencia a dos identidades diferentes, aunque iguales físicamente. Quienes rodean a estos individuos piensan que son uno solo, lo que lleva a equívocos en las comedias o usurpación de la identidad en el drama.  Esto último es lo que parece sufrir Cristina, el personaje del cuento “La casa de azúcar” de Silvina Ocampo. La usurpación es gradual y se concreta totalmente hacia el final de la historia. Es entonces cuando confirmamos quién es su doble y por qué Cristina actúa de una manera distinta de cómo era cuando la conoció Carlos, su esposo. De hecho, su cónyuge dice al respecto: “advertí que su carácter había cambiado: de alegre se convirtió en triste, de comunicativa en reservada, de tranquila en nerviosa”. Estos cambios se manifiestan al poco tiempo de la llegada del matrimonio a la nueva casa. ¿Tiene algo que ver la casa? Es más, ella “quiere un departamento nuevo” porque de lo contrario “el destino de los ocupantes influiría sobre su vida”. Algo que parece premonitorio. Mientras, su marido le oculta que ellos no son los primeros habitantes por temor a recibir diversas represalias de su mujer que es una supersticiosa empedernida.
En el cuento, Cristina recibe la visita de una muchacha  y de un hombre disfrazado de mujer quienes ven en ella  a una tal Violeta (habitante anterior de la vivienda en cuestión) mientras él sin querer y a escondidas observa cómo uno y otro insisten en llamarla por ese nombre. Cristina niega absolutamente tener algo que ver con esa desconocida y todo reclamo de aquellos. Por lo tanto, y hasta el momento son sólo estos personajes quienes ven o creen ver a Violeta  en la esposa de Carlos.
A medida que la historia avanza, Cristina empieza a preocupar más y más a su marido por sus conductas, al punto de preguntarle a él: “¿Te gustaría que me llamara Violeta?  Comienza así su viaje “Irme sin irme, ir y quedar y con quedar partirse”. Ese partirse con reminiscencias de un desdoblamiento…  Cristina no deja  de reconocer que ha cambiado mucho aunque hasta acá no se vea afectada su identidad.  Sí admite después y  gravemente que está embrujada y sospecha que está “heredando la vida de alguien, las dichas y las penas, las equivocaciones y los aciertos”: “Canto con una voz que no es mía”. Frente a esto, su esposo hace oídos sordos en principio.
El halo de misterio del relato se mantiene: “no sé por qué empecé a averiguar en el barrio quién era Violeta, dónde estaba, todos los detalles de su vida”, confiesa Carlos. Se contacta con Arsenia López, profesora de canto y amiga íntima de Violeta quien le devela que “No hay que imaginar que una persona muerta, forzosamente haya sido pura, fiel, buena”. No sabemos exactamente qué pasó con Violeta pero parece que murió de envidia, según la profesora. Ella también añade que su amiga repetía sin cesar: “Alguien me ha robado la vida, pero lo pagará muy caro. No tendré mi vestido de terciopelo, ella, lo tendrá; los hombres no se disfrazarán de mujer para entrar en mi casa sino en la de ella; perderé la voz que transmitiré a esa otra garganta indigna…”
Desde ese momento Carlos se alejó mudo, horrorizado  de la casa de López y su esposa se transformó para él, en “la misteriosa” Violeta: “Traté se seguirla a todas horas para descubrirla en los brazos de sus amantes. Me alejé tanto de ella que la vi como a una extraña”. Resignación e incertidumbre bañan la vida de un ya solitario Carlos: “Ya no sé quién fue víctima de quién, en esa casa de azúcar, que ahora está deshabitada”.
En conclusión, la cuestión de los gemelos idénticos toma un tinte fantástico, fantasmagórico, el cuento sugiere que la vida que tuvo Violeta  se proyecta en  Cristina y  hace de ésta alguien irreconocible para su esposo mismo; Violeta tal vez desde un más allá va usurpando la identidad de Cristina poco a poco hasta que ésta termina siendo una extraña para Carlos.
Parafraseando a Cristina ahora nos queda ir y quedar y con quedar partirse en la literatura de Silvina Ocampo.


* "La casa de azúcar" se encuentra en el libro La furia y otros cuentos, Madrid, Alianza, 1982